Lunes, 20 de Mayo de 2013
Helen Hernández Hormilla - La Jiribilla.- Desde
hace seis años, la lucha contra la homofobia y la transfobia en Cuba se ha ido
convirtiendo en un tema de la agenda pública. Pese a los arraigados prejuicios
machistas y heteronormativos que permanecen en la cultura y la historia de la
Isla, las personas de la comunidad LGBTI (lesbianas, gays, bisexuales, trans e
intersexuales) se han unido para defender sus derechos a ser reconocidas y
aceptadas con respeto en todos los espacios de interacción humana. Ante quienes
prefieren enjuiciar, discriminar y estigmatizar, la respuesta ha sido una
campaña educativa y el impulso al empoderamiento de estas poblaciones para que
se les reconozca el legítimo disfrute de su ciudadanía.
La causa ha tenido un repunte
debido a las acciones emprendidas por el Centro Nacional de Educación Sexual
(CENESEX) que desde su creación, a finales de los años 80, promovió una
sexualidad diversa y responsable. Parte de este trabajo se ha concretado en la
celebración de las Jornadas Nacionales de Lucha contra la Homofobia, realizadas
desde 2008 en fecha cercana al 17 de mayo cuando se celebra el Día
Internacional de Lucha contra la Homofobia en recordación a la fecha en que la
Organización Mundial de la Salud suprimió la homosexualidad de su lista de
enfermedades mentales, en 1990.
Cada año, las Jornadas se
extienden en tiempo y espacio, al punto de que las actividades centrales se han
desarrollado más allá de la capital, en las provincias de Santiago de Cuba,
Villa Clara, Cienfuegos y este 2013 en Ciego de Ávila. La participación de los
medios de comunicación y el impulso del activismo ciudadano han sido elementos
distintivos de la sexta edición de la Jornada, que inició en La Habana el 9 de
mayo con actividades académicas, pasacalles, paneles comunitarios y
espectáculos artísticos que se extendieron desde el 14 hasta el 17 a la sede avileña.
En casi todas las acciones puede
encontrarse a Mariela Castro Espín, máster en sexología y directora del
CENESEX, quien se ha convertido en la principal figura cubana que defiende las
demandas de las personas LGBTI, a la que prefiere sumar la H pues también son
muchas las y los heterosexuales de esta lucha. Convencida de que el socialismo
resulta imposible si no se supera la homofobia, la especialista y diputada a la
Asamblea Nacional de Cuba llama a involucrar decisores, alcanzar políticas
públicas equitativas e integrar todas las batallas contra la discriminación.
Buscando ampliar las respuestas
sobre los condicionamientos culturales que determinan las perspectivas de la
comunidad LGBTI en la Isla, La Jiribilla intercambió inquietudes con la
principal responsable de estas Jornadas.
¿Cuáles son los valores culturales
e históricos que, en el caso de Cuba, sustentan la homofobia?
Como toda forma de
discriminación, la homofobia tiene que ver con valores que se fueron generando
en la mayoría de las sociedades conocidas, basados en la dominación. Este afán
por el poder y control social que ha determinado la historia de la humanidad se
expresa en distintas formas de discriminar, porque para poder dominar hay que
generar argumentos e ideologías que lo sustenten. Esos imaginarios se han
convertido en prejuicios heredados de manera inconsciente. Se siguen
repitiendo, aunque la gente se lamente, sobre todo en detrimento de quienes
tienen situaciones más desventajosas.
Distintas tendencias de
pensamiento como el feminismo, la sociología, los estudios de género, la
antropología feminista, la sociología de la sexualidad, la sicología, las
ciencias médicas, entre otras, han aportado elementos y evidencias para
describir estas situaciones de discriminación. Son los mecanismos de poder los
que generan los prejuicios. La historia de la misoginia, por ejemplo, se
expresa en el caso de las brujas en Europa, pero en nuestro continente hay una
historia colonial de violencia. Y todavía se siguen utilizando esos mecanismos
para satanizar pueblos y apropiarse de sus riquezas, como con los musulmanes, o
los pueblos originarios de América, llamados herejes.
Revisando estos elementos
teóricos y metodológicos junto al pensamiento marxista, encuentro el recurso
para, dentro de lo que ha sido la historia de Cuba y la historia de la
Revolución, aportarle a nuestro proyecto social una causa obviada por los
prejuicios.
Parece que alguien tenía la
ilusión de que la Cuba revolucionaria hubiera sido casi extraterreste, y en los
60 y 70 no fuese tan homofóbica como el resto del mundo. Hubiese sido maravilloso
tener esa oportunidad, pero no era posible pedirle tanto al pueblo cubano en un
tiempo en que todavía las ciencias médicas seguían patologizando la
homosexualidad y a las personas transgénero, cuando muchas iglesias satanizaban
a personas homosexuales. Todavía las ideas dominantes tienden a descalificar a
estas personas y a quitarles oportunidades; todavía en el mundo son víctimas de
crímenes de odio, con cifras preocupantes al punto de que se está haciendo un
llamado internacional para establecer políticas en este sentido.
La homofobia se expresa en Cuba y
el mundo como cualquier otro acto de violencia, física o sicológica. Sin
embargo, tantos años de Revolución han instituido el valor de la solidaridad,
de reaccionar ante la injusticia, y eso es lo que nos produjo la inquietud de
iniciar esta lucha. Cuando alguien está sufriendo, cuando una persona está
siendo humillada, reaccionamos, aun cuando no estuvieran todos los elementos y
los tuviéramos que adquirir en el camino.
Fuimos a buscar qué decir, qué
hacer, cómo dialogar con la población para que las personas homosexuales y
transgéneros no fueran discriminadas, que nadie se creyera superior a otro por
su orientación sexual.
La Revolución cubana está dando
un ejemplo de que es posible, ya sea en el capitalismo o en el socialismo,
tener una sociedad que reconozca y respete la diversidad sexual. En el caso de
un país en transición socialista es más coherente todavía.
Al comenzar las Jornadas
nacionales contra la Homofobia en 2008, el país estaba dando también una señal
de revisar su historia.
En efecto. Eso me parece muy
valioso y es lo que hace que siga siendo una Revolución.
Cuando estuve en Filadelfia y San
Francisco, ciudades estadounidenses importantes para el movimiento LGBTI
norteamericano, me di cuenta que estos procesos han estado involucrados con
otras libertades civiles, con las luchas por la independencia o los derechos de
las mujeres. Toda esa experiencia dio herramientas para luchar por los derechos
LGBTI.
Cuando triunfó la Revolución,
Fidel tenía el Programa del Moncada, con varias problemáticas sociales
identificadas, y comenzaron a trabajar en función de eso. Sin embargo, este
tema no estaba recogido ni tampoco existía un movimiento internacional claro a
favor de estos cambios.
¿Qué hace idóneo el contexto
cubano de los 2000 para emprender estas Jornadas?
El escenario de avance de un
proyecto de justicia y equidad social como la Revolución, no quitaba que fuera
una sociedad fuertemente homofóbica. Después, los progresos en cuanto a los
derechos de las mujeres abrieron un camino. El desarrollo que fue tomando la
sociedad cubana en la construcción de su diseño de democracia, dio elementos
para hacer más visible esta causa. A la par, las ciencias sociales y los
movimientos de derechos humanos han ido avanzando en el mundo, y como parte de
esta gran aldea global vamos adquiriendo conocimientos para incorporarlos a
nuestro proyecto social.
Hemos cuidado de no reproducir
mecanismos o iniciativas, sino que estudiamos la manera en que se dieron estas
luchas en otros países para tomar lo valioso e introducirlo en nuestra
realidad. Cuando se importa acríticamente una moda o tendencia se está siendo
tan superficial que no se logran cambios sociales. Preferimos incorporarnos a
nuestra realidad de manera participativa, convocando a varias instituciones
sociales para construir proyectos entre todos y todas. Eso nos ha facilitado el
diálogo con las instituciones y el Partido Comunista de Cuba.
Pasados seis años de la Jornada
se advierte un incremento de la visibilidad del tema.
Aunque no tenemos investigaciones
que midan el impacto de la Jornada, nuestra percepción es que ha habido un
cambio sustancial, porque antes de estos temas no se hablaba y si se hacía era
solo para descalificar a las personas LGBTI, incluso excluirlas. Pero ahora la
sociedad cubana está discutiendo y exponiendo sus puntos de vista, sus dudas y
las contradicciones. Hasta la oposición que se genera es muy saludable para
impulsar el debate.
Mucha gente ha reconocido que es
homofóbica y pide más orientación. Se nos acercan tanto familias como población
en general en busca de ayuda.
Por otra parte, hay un cambio en
la política informativa sobre el tema. Este año notamos que se confía más en la
capacidad de las y los periodistas y en general de nuestra prensa para comenzar
a socializar muchos de estos mensajes. Por ejemplo, en la medida en que
divulguemos que existen espacios de atención jurídica en el CENESEX para dar
respuestas a la discriminación, más personas van a venir solicitar nuestra
ayuda.
¿Qué le aporta el movimiento
LGBTI cubano al civismo?
Este movimiento se fue formando
con una alta dosis de espontaneidad. Surgió a partir del grupo Las Isabelas de
lesbianas en Santiago de Cuba que en 2002 pidieron ser atendidas por el CENESEX
en el tema de la salud sexual y reproductiva. A partir de ahí, se integró un
grupo en La Habana, luego el de personas trans y, poco a poco, surgieron nuevas
ideas e iniciativas para integrar hombres homosexuales y jóvenes en una red.
Lo interesante es que esos grupos
formados pidieron ser atendidos por el CENESEX. La red social comunitaria
comienza por nosotros pero se va enriqueciendo con la participación en varias
provincias. Las personas preparadas como activistas están participando muy
activamente con sus criterios y sugerencias en lo que pudiera llamarse
movimiento LGBTHI cubano.
Ud. ha dicho varias veces que no
puede concebirse el socialismo con homofobia.
No, no lo puedo concebir. Por
eso, cuando estábamos haciendo el Pasacalle en Cienfuegos el año pasado propuse
el lema “Socialismo sí, homofobia no”. Es que el proyecto de experimentación
que es el socialismo no puede tener ningún tipo de discriminación.
¿Qué pudieran estar señalando
entonces gestos como la inclusión del tema en el programa de la Conferencia del
PCC o la participación de Miguel Díaz-Canel, primer vicepresidente cubano, en
la Gala contra la Homofobia en el Karl Marx?
La dirección del país está más
concientizada de que esta realidad debe formar parte de nuestra política y de
elementos ideológicos, porque nuestro trabajo consiste en transformar
pensamientos, que deben ser trasmitidos mediante la educación y con el apoyo de
todas las personas e instituciones.
La comunidad artística cubana ha
sido siempre abanderada de estas causas.
En todas las épocas, las artes se
van por encima de las ciencias para comunicar realidades o preocupaciones
sociales. En Cuba sucedió lo mismo, y en las obras de arte y literatura se
reflejaron siempre estas contradicciones, de una manera o de otra, con los
puntos de vista de sus artistas.
Soy formada en la pedagogía y
siempre encontré en las artes un recurso para educar, para comunicar, mucho más
interesante que una simple charla. Por eso, en nuestro trabajo del CENESEX
también convocamos artistas, porque es mucho más efectivo para comunicar este
mensaje, y a veces llega de manera más impactante.
Al iniciar la Jornada fuimos al
Ministerio de Cultura, la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y la
Asociación de Hermanos Saíz (AHS) a solicitarles apoyo. Necesitábamos que todas
las personas que de alguna manera habían tenido alguna iniciativa similar se
unieran en este proyecto.
Para luchar por el respeto a la
diversidad sexual debemos partir de nuestra unión como país, como nación, como
sociedad. De manera aislada no se avanza y las artes cubanas están trabajando a
plenitud en esta estrategia de transformación social.
Mucho se ha promovido la necesidad
de aprobar un nuevo Código de Familia donde se acepten las uniones consensuales
entre personas del mismo sexo. Pero, una vez que se apruebe, ¿cuáles serían las
otras demandas legales?
Queda mucho, por eso digo que el
nuevo Código no es la meta, sino una de nuestras acciones que va a facilitar
avanzar en los derechos LGBTI, pero no es la única. Las leyes por sí mismas no
garantizan derechos humanos. Estos deben ser apoyados por otras expresiones de
voluntad política.
Nosotros preparamos también un
anteproyecto de Decreto Ley sobre la identidad de género y estamos revisando
legislaciones de otros países para incluir los elementos más afines a nuestro
contexto con respecto a las luchas contra todo tipo de discriminaciones.
También el Código Penal se va a cambiar, el Código del Trabajo. Y cuando la
Constitución vuelva a ser revisada en su momento, tenemos previsto incluir
elementos que faciliten una amplia cobertura en el campo de los derechos LGBTI.
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Mariela Castro Espín é a diretora do
Centro Nacional Cubano de Educação Sexual e uma ativista pelos direitos da
comunidade LGBT em Cuba. É autora de nove livros.
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